El 29 de junio, Roma celebra el día de sus patrones, San Pedro y San Pablo. Y el Vaticano se viste de gala cada año para conmemorar esta solemnidad.
En su homilía, León XIV habló sobre la vida de estos apóstoles, considerados los fundadores de la Iglesia en Roma, y martirizados durante la época del emperador Nerón.
Pero el papa destacó de ellos que cada uno abrazó la fe y vivió su apostolado de una manera distinta, pero siempre con espíritu de fraternidad.
LEÓN XIV
La historia de Pedro y Pablo nos enseña que la comunión a la que el Señor nos llama es una armonía de voces y rostros, no anula la libertad de cada uno. Nuestros patronos han recorrido caminos diferentes, han tenido ideas diferentes, a veces se enfrentaron y discutieron con franqueza evangélica. Sin embargo, eso no les impidió vivir la concordia apostolorum, es decir, una viva comunión en el Espíritu, una fecunda sintonía en la diversidad.
Sobre estos santos, el papa habló de su voluntad de abrirse a los cambios, buscando nuevos caminos. De hecho, explicó que a veces se cae en la rutina o en esquemas pastorales que se repiten continuamente.
Para mantener viva la relación con Dios, León XIV repitió la pregunta que Jesús hizo a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?
LEÓN XIV
Si no queremos que nuestro ser cristiano se reduzca a una herencia del pasado, como tantas veces nos ha advertido el Papa Francisco, es importante salir del peligro de una fe cansada y estática, para preguntarnos: ¿quién es hoy para nosotros Jesucristo? ¿Qué lugar ocupa en nuestra vida y en la acción de la Iglesia? ¿Cómo podemos testimoniar esta esperanza en la vida cotidiana y anunciarla a aquellos con quienes nos encontramos?
Durante esa misa, León XIV impuso el palio a 54 nuevos arzobispos metropolitanos, entre ellos, dos cardenales: el de Johannesbugo y el de Washington.
También en la celebración estaba presente una delegación del Patriarcado de Constantinopla.
CA