Es posible que antes de 2013 este lugar les pareciera desconocido. Si les digo que el nombre de esta residencia es Santa Marta, lo mismo les suena más.
Fue el lugar que Francisco eligió para vivir durante su pontificado; el apartamento 201 en el segundo piso fue su casa durante más de 12 años.
Allí fue uno más. Vivía con sacerdotes, religiosas y gente de paso por Roma. Celebraba misa a diario, sobre todo, en la época de la pandemia.
Recibía visitas privadas, pero también oficiales cuando su salud se lo impedía. Y fue el lugar donde se instauró su capilla ardiente durante algunos días.
Sin embargo, y aunque Santa Marta haya quedado ligada de alguna forma a la vida del pontífice argentino, su origen y para lo que fue concebida es algo distinto.
Ubicada muy próxima a la basílica de san Pedro, sus inicios datan del siglo XIX. Por mandato del papa León XIII, el edificio se construyó para atender a enfermos de cólera.
Más tarde, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Pío XII utilizó este lugar para hospedar a judíos que huían del holocausto. Pero no fue hasta 1996 cuando se mandó remodelar.
El objetivo: acoger a los cardenales durante el cónclave. Antes, los purpurados electores dormían en las inmediaciones de la Capilla Sixtina, pero la incomodidad del lugar hizo que se intentase buscar una solución.
Juan Pablo II fue en 1996 el que tomó esta decisión. Desde entonces, Santa Marta tiene 129 habitaciones distribuidas en varias plantas. A día de hoy, fuera del tiempo del cónclave, sirve como un hotel o residencia.
No es casualidad que este edificio reciba el nombre de Marta; una santa que, junto a sus hermanos María y Lázaro, prestaban su casa para hospedar a Jesús y ejercer así la acogida al prójimo.
AM/CA