León XIV ofreció una catequesis sobre el perdón y la esperanza cristiana. Se basó en una de las escenas más intensas del Evangelio. Cuando Jesús anuncia a sus discípulos que uno de ellos le iba a traicionar.
Explicó que los apóstoles tuvieron una reacción curiosa porque dudaron de sí mismos.
LEÓN XIV
La reacción de los discípulos no es rabia sino tristeza. No se indignan, se entristecen. Es un dolor que nace de la posibilidad real de estar involucrados. Y justo esta tristeza, si se acoge con sinceridad, se convierte en un lugar de conversión. El Evangelio no nos enseña a negar el mal, sino a reconocerlo como ocasión dolorosa para renacer.
También reflexionó sobre la actitud de Jesús. Él no hace el anuncio de la traición para humillar. Y animó a examinar cómo era el amor de Cristo por sus discípulos: porque ante la traición no reacciona con rabia. La acepta, deja espacio al otro y no retira su amistad.
LEÓN XIV
Dice la verdad porque quiere salvar. Y para ser salvados hay que sentir: sentir que se está involucrado, sentir que se es amado a pesar de todo, sentir que el mal es real pero no tiene la última palabra. Solo quien ha conocido la verdad de un amor profundo puede aceptar también la herida de una traición.
Para dejarlo claro explicó una de las frases más duras que Jesús pronuncia: “Ay de aquel por quien el Hijo del Hombre es entregado; más le valdría no haber nacido”.
LEÓN XIV
Son palabras duras, ciertamente, pero hay que entenderlas bien. No se trata de una maldición, sino más bien un grito de dolor. En griego ese “¡ay!” es un lamento, un “¡qué pena!”, una exclamación de compasión sincera y profunda. Nosotros estamos acostumbrados a juzgar. Dios, en cambio, acepta sufrir.
Esta catequesis se encuadra en el ciclo sobre la esperanza que Francisco inició con motivo del Jubileo. El tema, en esta ocasión, llevaba como título: “La traición”.
JRB
