Oficialmente es la Lateranense, pero fue el papa Juan Pablo II el que le dio su sobrenombre: 'La Universidad del Papa'. Y, por ejemplo, incluso Montini, posterior Pablo VI, fue profesor allí.
Los últimos pontífices la han visitado y, como no podía ser de otra forma, a esa lista se suma ya León XIV.
La Lateranense se fundó en 1773 y, a diferencia de otras universidades, no tiene un carisma propio, es decir, no pertenece a ninguna orden religiosa o congregación. Su centro es la enseñanza del magisterio de los papas.
Y León, que también ha sido profesor, da las claves de lectura para adaptar el carisma petrino con la actualidad. Lo hace con tres dimensiones.
LEÓN XIV
La primera es esta: en el centro de la formación deben estar la reciprocidad y la fraternidad. Hoy, lamentablemente, se usa a menudo la palabra “persona” como sinónimo de individuo, y el encanto del individualismo como clave para una vida lograda tiene consecuencias inquietantes en cada ámbito.
Por eso, León propone una buena formación académica para salir de la autorreferencialidad. Y del individualismo a la segunda parte: simplificar lo que también es importante.
LEÓN XIV
El riesgo es deslizarse hacia la tentación de simplificar las cuestiones complejas para evitar el esfuerzo del pensamiento, con el peligro de que, incluso en la acción pastoral y sus lenguajes, se caiga en la banalidad, la aproximación o la rigidez.
Para esto, lo que León exige son docentes preparados con buenas condiciones pastorales, jurídicas y económicas que les permitan dedicarse a la enseñanza y a la investigación.
Y, por último, el papa vuelve a poner en el centro de la docencia la importancia del bien común; algo que va en la línea también de sus predecesores.
















