El 24 de diciembre en Roma diluvió, y lo hizo durante todo el día. Pero eso no fue un impedimento en el Vaticano para darle la bienvenida a la Navidad.
Y ni la hora, ni el frío, ni el mal tiempo jugaron en contra para los peregrinos. El papa sabía que muchos no habían podido entrar por el aforo y decidió salir a saludarlos.
LEÓN XIV
Buenas tardes. ¡Bienvenidos a todos! ¡Bienvenidos! ¡Welcome! La basílica de San Pedro es una basílica muy grande, es muy grande, pero lamentablemente no lo suficientemente grande como para recibirlos a todos ustedes. Admiro, respeto y les agradezco su valentía y su disposición para estar aquí esta tarde.
Y, fíjense en el detalle de la faja del papa. Es la primera vez que la usa con un bordado, que no podía ser otro que su escudo pontificio. En cuanto a la lengua, se usó principalmente el latín.
Siguiendo con las particularidades de las vestimentas litúrgicas, en la vigilia de Navidad, vimos al papa de dorado, un color que se usa en grandes solemnidades y que subraya la grandeza de lo que se está celebrando; algo que se puede resumir en este momento...
La misa dejó momentos como este, que emocionaron a los presentes en la basílica.
En su homilía, el papa recordó por qué el día del nacimiento de Jesús es tan especial...
LEÓN XIV
Es fiesta de la caridad, porque el don del Hijo redentor se realiza en la entrega fraterna. Es fiesta de la esperanza, porque el niño Jesús la enciende en nosotros, haciéndonos mensajeros de paz.
Al terminar la misa, como es tradición, el papa llevó en sus brazos al niño Jesús para colocarlo en el pesebre de la basílica.
Y así comenzó la Navidad en el Vaticano, con la celebración de un nacimiento, de una historia de vida, que cambió al mundo.
CA


















