Durante las apariciones de Fátima entre mayo y octubre de 1917, la Virgen María confió a los tres pastores, tres secretos.
El primero fue una visión del infierno que conmocionó profundamente los pequeños. Desde entonces rezaron intensamente por la conversión de los pecadores. Duró un instante pero fue suficiente para no olvidarla jamás. La mayor de los videntes lo recuerda así:
'Había demonios y almas sumergidas en un gran mar de fuego (...) entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor'.
El segundo secreto fue profético. La Virgen dijo a los pastores que si los hombres no dejaban de ofender a Dios comenzaría la II Guerra Mundial. También anunció la expansión del Comunismo y las consecuentes persecuciones a la Iglesia y al Papa.
Para evitar estos males la Virgen pidió que se estableciera en el mundo la devoción a su Inmaculado Corazón y que el Papa en persona le consagrase Rusia. Juan Pablo II lo hizo en marzo de 1984.
El tercer secreto de Fátima consistió en otra visión. Los pastores vieron cómo un obispo vestido de blanco al que identificaron como el Papa moría asesinado junto a religiosos, sacerdotes y seglares de diversas clases sociales.
Este secreto se podría interpretar como las persecuciones que sufrió la Iglesia durante el siglo XX, sobre todo a manos del Comunismo. El mismo Juan Pablo II se reconoció en esta visión en el atentado que casi le cuesta la vida.
A pesar de que gran parte de los secretos hablan de eventos pasados en todos ellos hay un hilo conductor: la llamada a la conversión de los pecadores, porque su mala conducta es la principal causa de los males del mundo. Esta es la actualidad perenne del mensaje de Fátima.