Uno de los aspectos menos visibles de la reforma de Francisco consiste en revalorizar el papel de los laicos. No se trata de una cuestión pequeña si se tiene en cuenta que de los 1.285 millones de católicos que hay en el mundo solo el 1% son religiosos.
Se trata de un concepto clave del Concilio Vaticano II pero que todavía no ha cuajado entre los católicos.
GUZMÁN CARRIQUIRY
Secretario, Pontificia Comisión para América Latina
“Se da una notoria ausencia de voces y líderes católicos que estén abriendo caminos del Evangelio en el mundo de la empresa, de la universidad y sobre todo de la política”.
El Papa ha lanzado advertencias contra la mentalidad poco ambiciosa de los católicos que se acontentan con ir a Misa pero que consideran que la fe y la vida cotidiana, social y política son esferas distintas e intocables. Es una de las consecuencias del clericalismo.
P. ALEXANDRE AWI MELLO
Secretario del Dicasterio Laicos, Familia y Vida
“El Papa insiste en que muchas veces el clericalismo puede ser por el lado de los curas que no dejan que los laicos asuman estos roles protagonistas tanto en la Iglesia como en la sociedad pero también puede ser de parte de los laicos que se acomodan y dicen: 'Bueno, yo voy a la Misa, recibo el sacramento, me confieso y esto es suficiente'”.
Francisco pide abandonar un concepto muy arraigado en la mentalidad de algunos católicos: que solo los clérigos pueden vivir la fe plenamente y que por tanto son ellos quienes pueden intervenir en los debates públicos sobre la Iglesia.
Francisco y sus antecesores han procurado recordar a los laicos que Dios debe impregnar cada una de sus actividades cotidianas, como hicieron los primeros cristianos.
FRANCISCO
“Alguno piensa que la santidad es cerrar los ojos y poner caras de estampita. No, eso no es ser santo. FLASH Pero padre, si yo trabajo en una fábrica, o soy contable y estoy entre números... ahí no se puede ser santo. ¡Sí, sí! ¡Se puede! Ahí donde trabajas puedes hacerte santo”.
Este ha sido uno de los conceptos que Francisco señaló en documentos como la exhortación apostólica Gaudete et Exultate o la Evangelii Gaudium. Allí rescata propuestas de antecesores suyos como Pablo VI.
En el fondo se trata de una realidad que ya han encarnado muchas de las instituciones nacidas en la Iglesia durante el siglo XX.
