“En el Amazonas tenemos una manera diferente de ser Iglesia pero sin perder la centralidad de la fe”

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25/09/2019
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Leticia y Tabatinga son dos ciudades unidas que pertenecen a dos países distintos. La primera es colombiana y la segunda brasileña y ambas forman parte de la región Amazónica. 

Es domingo por la mañana y muchos se preparan para ir a misa a la parroquia católica. Aunque, recorriendo las calles de Tabatinga es fácil descubrir una importante presencia evangélica. Algunas de estas iglesias están calificadas como “sectas”.

Tabatinga y la comunidad indígena de Umariaçu han terminado siendo prácticamente una única población. La ciudad creció tanto que llegó hasta el territorio indígena. Así, Umariaçu se convirtió en comunidad indígena urbana de frontera.

El padre Valerio es jesuita y conoce muy bien la zona. Vive en Leticia, Colombia, pero si las comunidades vecinas lo necesitan, se desplaza para celebrar la misa dominical. En esta ocasión, ha ido a Brasil, a Umariaçu 1. Umariaçu 2 es la otra parte de la comunidad donde los católicos se cuentan con los dedos de una mano. La mayoría se han hecho evangélicos.

P. VALERIO PAULO SARTOR
Sacerdote jesuita
“La disminución de presencia de la Iglesia hizo que otras Iglesias entrasen en las comunidades indígenas”.
“Es un problema que comienza a dividir la comunidad, porque unos son católicos y otros se pasan a las sectas o Iglesias, a veces con un pastor que no hace más que amenazarlos con el infierno o con que no pueden continuar con su cultura. Esto divide a la comunidad, incluso se dan situaciones en las que la familia queda dividida”.

En Umariaçu 1 hay misa cada dos semanas. El resto de los domingos la comunidad acude a la celebración de la Palabra. Este domingo hay un sacerdote y, por tanto, misa. Por eso desde hace más de una hora los altavoces anuncian que ha llegado el padre Valerio. Comienza la misa que se desarrolla en portugués y en lengua ticuna. 

Es la Iglesia de rostro indígena que desea ser comprendida por el sínodo en Roma.

P. VALERIO PAULO SARTOR
Sacerdote jesuita
“Es una manera diferente de ser Iglesia quizá no con todos los rituales de la Iglesia de Roma, de la Iglesia tradicional, pero se puede celebrar la vida, celebrar a Jesucristo y celebrar el misterio de Dios de formas un poco diferentes pero no significa que porque celebramos de forma distinta se pierde la centralidad de la fe cristiana. No se pierde la centralidad del Misterio, no se pierde la centralidad de la presencia de Jesús. Por eso el sínodo tiene que mirar con cariño, con una mirada distinta. No se puede igualar la Iglesia amazónica con la Iglesia europea porque es distinta, no es otra Iglesia, es diferente”.

Este jesuita brasileño además forma parte del Servicio Jesuita Panamazónico y la Red Eclesial Panamazónica. Como sacerdote de frontera, el padre Valerio tiene contacto con comunidades en Brasil y en Colombia, como esta de Monilla Amena donde conviven miembros de la etnia yucuna y de la etnia huitoto.

Prácticamente todos sus miembros están bautizados y son católicos, aunque hay también algunas familias evangélicas. 

Aquí en la maloca, que es el centro de la vida espiritual y comunitaria, se celebró en febrero un encuentro promovido por la REPAM, en el que estuvo el padre Valerio, donde los jefes de distinas comunidades indígenas fueron consultados sobre los desafíos que afronta la supervivencia en la región Amazónica. Varios miembros de la comunidad de Elver participaron en esa reunión de la que extrajeron algunas conclusiones para la cita de octubre en Roma.

ELVER ISIDIO
Comunidad Monilla Amena
“Que en Roma se visibilice la lucha, la resistencia en nuestras vidas, la convivencia con el medio ambiente, con el territorio... Eso sería muy importante para nosotros: visibilizarnos y repararnos en cierta manera, en el sentido de que se respete nuestra forma de vida para que no se vuelva a caer en la repetición de muchas violencias, muchas invasiones sufridas en los pueblos indígenas y mucha pérdida de identidad”.

Expresan estas peticiones al Papa y a los obispos del sínodo porque quieren que la Iglesia siga acompañando el desarrollo de los pueblos indígenas como ha hecho a lo largo de los años, defendiendo sus derechos y haciendo llegar su voz allí donde nunca habían sido escuchados.

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