Tras cinco años de silencio, el Vaticano vuelve a hacer públicas sus cuentas. Se trata de mostrar de dónde vienen sus fondos y cómo y en qué se gastan.
CARD. PIETRO PAROLIN
Secretario de Estado del Vaticano
“Esto es lo que el Papa quiere, transparencia, linealidad, compromiso para un manejo correcto según las necesidades de la Iglesia y para los pobres del dinero que los fieles ofrecen a la Iglesia”.
Juan Antonio Guerrero, prefecto de la Economía ha hecho público este dossier con las cuentas de la Santa Sede. O sea, las cuentas del trabajo del Papa, de los 60 departamentos del Vaticano y de las 125 nunciaturas repartidas por todo el mundo.
En 2019 la Santa Sede gastó 318 millones de euros, 11 más de lo que ha ingresado:
Un 53% de los ingresos llegaron por el alquiler de inmuebles y rendimiento de acciones, 164 millones de euros.
Un 18% son donativos de las diócesis y los fieles (56 millones de euros).
Un 15%, o 44 millones de euros, por la recaudación de visitas a catacumbas y venta de libros y fotografías.
El resto, otro 14%, son 43 millones en donativos del Estado del Vaticano y del banco del Vaticano-IOR.
En cuanto a los gastos, además de los sueldos, la mayor parte va para cubrir los medios públicos de comunicación del Vaticano (un 22%); un 21% se va para las nunciaturas y la diplomacia; un 11% para la congregación encargada de las misiones; y un 8% para la congregación que se ocupa de las Iglesias de Oriente Medio.
La pandemia complicará del próximo año. Si el déficit 2019 ha sido de 11 millones de euros, el año que viene podría ser de entre 68 y 146 millones.
Javier Martínez-Brocal
