El Papa explicó las claves de su reciente viaje a Irak. Dijo que estaba contento por haber culminado el proyecto que Juan Pablo II y que fue una visita realizada “bajo el signo de la esperanza, la reconciliación y la fraternidad”.
Explicó que uno de sus objetivos era contemplar el dolor que sufrieron los cristianos: “Viendo las heridas aun visibles de la destrucción, encontrando y oyendo a los testigos, víctimas de tantas atrocidades, sentí el fuerte significado penitencial de esta peregrinación”.
Por último, pidió que “Irak, pueblo con raíces milenarias”, pueda “vivir en paz” y “recobrar su dignidad”.
Queridos hermanos y hermanas:
En estos días pasados la divina Providencia me concedió visitar Irak, tierra devastada por la guerra y el terrorismo, realizando un proyecto de San Juan Pablo II.
Estoy muy agradecido al Señor y a todos los que hicieron posible esta visita: al gobierno, a los pastores y fieles de las diferentes Iglesias católicas, y a las autoridades de otras tradiciones religiosas, empezando por el Gran Ayatollah Al-Sistani, con quien tuve un cordial encuentro.
Ha sido una peregrinación bajo el signo de la esperanza, la reconciliación y la fraternidad.
En nombre de toda la Iglesia católica he querido asociarme a la cruz que ese sufrido pueblo
y esa Iglesia mártir han cargado durante años de terror, violencia y exilio forzado. Viendo las
heridas aun visibles de la destrucción, encontrando y oyendo a los testigos, víctimas de tantas atrocidades, sentí el fuerte significado penitencial de esta peregrinación.
Y al mismo tiempo percibí la alegría de los iraquíes que me acogieron como mensajero de Cristo, y su esperanza, abierta a un horizonte de paz y fraternidad. Irak, pueblo con raíces milenarias, tiene derecho a vivir en paz, a
recobrar su dignidad. En este país, como en todo el mundo, la respuesta a la guerra y a la violencia sólo puede ser la fraternidad. Con ese propósito musulmanes, judíos, cristianos y representantes de otras religiones nos reunimos y rezamos juntos en Ur, y resonó con fuerza en nuestro corazón la afirmación del Señor: ¡Todos ustedes son hermanos! Ese mismo mensaje de fraternidad fue también palpable en todos los demás encuentros que tuve en Bagdad, Mosul, Qaraqosh y Erbil, con los fieles de las
diferentes tradiciones católicas.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Que el Señor Jesús, Príncipe de la paz,
en quien se cumple la promesa de Dios a Abrahán y a su descendencia, y que con el misterio de su muerte y resurrección nos abrió el paso a la tierra prometida, a la vida nueva, obtenga del Padre para Irak, para Oriente Medio y para el mundo entero un futuro luminoso de fraternidad y de paz. Muchas gracias.
Javier Romero