Francisco y Benedicto han afrontado casi a la vez la cuestión del matrimonio entre personas homosexuales.
El Papa, en el avión de regreso de Eslovaquia, sostuvo las leyes civiles sobre uniones gay pero aclaró que el matrimonio es entre hombre y mujer.
FRANCISCO
“(Usted me pregunta sobre) leyes que pretenden ayudar a situaciones de muchas personas que tienen una orientación sexual diferente. Y es importante que se ayude a estas personas, pero sin imponer cosas que por su naturaleza no van en la Iglesia”.
También Benedicto XVI acaba de afrontar el matrimonio entre personas homosexuales. Lo hace desde una perspectiva complementaria, con este texto profundo y razonado, difícil de resumir en un titular.
Lo ha escrito en abril y abre este libro con una recopilación de sus discursos sobre Europa que se publica en Italia.
El Papa emérito no se detiene en los elementos morales del matrimonio homosexual, sino en las consecuencias antropológicas.
Dice que hasta ahora todas las culturas consideraban obvio que la unión del hombre y la mujer servía a la transmisión de la vida; y que esta certeza se alteró con la llegada de la píldora, pues separó la fecundidad de la sexualidad y se equipararon todas las formas de sexualidad.
Según Benedicto, separándolas “la persona se convierte en un producto planificado y deja de ser un don. Y todo lo que se produce, también puede destruirse”.
Benedicto XVI dice que la pregunta de fondo que plantea el matrimonio homosexual es “¿Quién es el ser humano?”. Es decir, si es un don de Dios o un producto que otras personas confeccionan.
Concluye recordando que igual que el ecologismo reconoce que “la naturaleza marca un límite que no podemos ignorar impunemente', “el hombre también posee una 'naturaleza' que le ha sido dada, y negarla conduce a la autodestrucción”.
JMB