Normalmente, el papa Francisco ha guardado sus palabras más exigentes para sus colaboradores más cercanos. Pero a diferencia de otras ocasiones, en este caso, durante la felicitación de Navidad, les explicó por qué es tan severo con ellos.
FRANCISCO
Perdonad hermanos y hermanas, si a veces digo cosas que podrían sonar duras y fuertes, no porque no crea en el valor de la dulzura y de la ternura, sino porque es bueno reservar las caricias a los fatigados y oprimidos y encontrar la fuerza de afligir a quienes están consolados.
El papa trató de explicar que quienes trabajan en la curia o dentro de la Iglesia, a menudo están expuestos a la tentación que sufrió el hermano del hijo pródigo.
FRANCISCO
Si para quien se va, es fácil darse cuenta de la distancia, para quien se queda en casa es difícil darse cuenta de cómo se vive en el infierno, por la convicción de ser solo víctimas, tratados injustamente por la autoridad constituida y, en última instancia, por Dios mismo. Y cuántas veces nos sucede esto aquí en casa.
No solo eso. El Papa señaló que quienes trabajan dentro de la curia o de la Iglesia, normalmente están sometidos a tentaciones más complicadas, por lo que tienen que someter su propia alma a un examen de conciencia más riguroso.
Dijo que cuando uno vive una primera conversión a la fe, normalmente el demonio desaparece por un poco de tiempo.
FRANCISCO
Pero es de ingenuos pensar que permanezca lejos por mucho tiempo. Es de ingenuos pensar esto. En realidad, después de un poco, vuelve con una nueva apariencia. Si antes era vulgar y violento ahora, en cambio, se comporta de modo más elegante y educado. Es entonces que otra vez necesitamos reconocer (su engaño) y desenmascararlo.
Siempre vuelve. El demonio que echamos vuelve. Disfrazado pero vuelve. Estemos atentos.
Francisco saludó a todos uno por uno al terminar el encuentro y les regaló un libro de Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para la Comunicación, y “Pasemos a la otra riva”, de Benito Giorgetta, que habla de la conversión personal.
JRB
