Este fue el ambiente que se respiró en la plaza de San Pedro durante la vigilia de oración por el sínodo en el que participaron casi 20.000 jóvenes.
El encuentro, organizado por la comunidad ecuménica de Taizé, contó con la presencia de varios líderes no católicos como el patriarca Bartolomé o el primado de la Iglesia anglicana Justin Welby. Francisco no ocupó una posición central durante la mayor parte del tiempo sino que estuvo junto a los demás líderes, como un anillo más de una larga cadena. Permaneció casi todo el rato sentado por sus problemas de rodilla.
Durante la vigilia los protagonistas fueron la música y el silencio orante. Los participantes, recogidos en oración, rezaron por la próxima asamblea sinodal. El papa quiso precisamente subrayar lo importante que es el silencio en la vida de un creyente y en la vida de la Iglesia.
FRANCISCO
El silencio es esencial en la vida de la Iglesia.
En la comunidad eclesial, hace posible la comunicación fraterna, en donde el Espíritu Santo armoniza los puntos de vista. Porque Él es armonía. Ser sinodales quiere decir acogernos los unos a los otros así, siendo conscientes de que todos tenemos algo que testimoniar y que aprender, poniéndonos juntos a la escucha del “Espíritu de la Verdad”.
Francisco también recordó cómo en el libro de los Hechos de los Apóstoles el silencio reina antes y después de la intervención de los presentes. De este modo el papa reiteró cuál será el estilo del sínodo de la sinodalidad y qué atmósfera desea que reine entre sus miembros.
El crucifijo situado en el lugar central no era uno cualquiera. Era el crucifijo de San Damián, ante el cual San Francisco de Asís recibió el mandato de Dios de reparar su casa, su Iglesia.
JRB
