Fíjense en este momento, porque llevaba sin hacerse diez años. Es la imposición de palios, un ornamento que el papa confiere a los nuevos arzobispos metropolitanos.
Son los prelados nombrados en el último año y que están al frente de la diócesis más importante de una provincia eclesiástica. Este rito tiene lugar cada año el 29 de junio, en la misa de San Pedro y San Pablo.
La última vez que vimos una imagen así fue en 2014, con el papa Francisco porque, al año siguiente, el pontífice introdujo una modificación en este rito.
El papa quiso que, en vez de imponer los palios en la basílica, solo se bendijesen durante la misa. Así, el encargado de la imposición sería el nuncio apostólico y se haría en la diócesis de cada uno de los arzobispos.
En su momento, lo que explicó el maestro de Celebraciones Pontificias, Guido Marini, fue que el significado del cambio era evidenciar con más fuerza la relación de los arzobispos con la Iglesia local.
Pero en este rito hay excepciones. Los papas, en ocasiones, querían imponer de forma privada el palio. Lo hizo Benedicto XVI con el cardenal Angelo Scola. Fue en 2011 en Castel Gandolfo.
Lo mismo hizo Francisco 2020 en Casa Santa Marta con Pierbattista Pizzaballa, el patriarca latino de Jerúsalén, cuando todavía no era cardenal.
Lo curioso de este rito es lo que representa. La banda que se les confiere a los arzobispos está hecha de lana y tiene su relación con el simbolismo que de la oveja en la Iglesia.
De hecho, la lana con la que se hace no es una cualquiera. Proviene de dos corderos blancos que crían unas religiosas en un convento romano. Cada 21 de enero, en la fiesta de Santa Inés, el papa los bendice.
Con su lana, después se confeccionarán los palios que el papa impondrá el 29 de junio a los nuevos arzobispos metropolitanos.