Durante su encuentro anual con embajadores, el Papa ha alertado de la “catástrofe educativa” que está provocando la actual pandemia. El cierre de escuelas obliga a tener las clases por Internet. Pero quienes no tienen ordenadores ni acceso a la red, no pueden estudiar.
FRANCISCO
Asistimos a una especie de “catástrofe educativa”, ante la que no podemos permanecer inertes, por el bien de las generaciones futuras y de toda la sociedad.
La educación es el antídoto natural de la cultura individualista, que a veces degenera en un verdadero culto al yo y en la primacía de la indiferencia.
Como es tradicional, en el denso discurso el Papa ha reflexionado sobre la situación mundial. Ha recorrido las grandes crisis derivadas de la pandemia, la sanitaria, medioambiental, económica, social, política y antropológica. Y lo ha hecho entrando en muchos detalles.
FRANCISCO
El haber pasado más tiempo en casa también ha dado lugar a períodos más largos de alienación frente a computadoras y otros medios de comunicación, con graves consecuencias para los más vulnerables, especialmente los pobres y los desempleados. Son presa más fácil del delito cibernético —el cibercrimen— en sus aspectos más deshumanizantes, desde el fraude hasta la trata de personas, la explotación de la prostitución, incluida la de menores, y la pornografía infantil.
El Papa Francisco también ha subrayado que la pandemia ha agravado la crisis política de las democracias, y citó indirectamente la polarización en EE.UU.
FRANCISCO
La incapacidad, de encontrar soluciones comunes y compartidas a los problemas de nuestro planeta, es una tendencia a la que se asiste desde hace mucho tiempo y que se difunde cada vez más incluso en países de antigua tradición democrática. Mantener vivas las realidades democráticas es un desafío de este momento histórico.
Francisco ha pedido muchas cosas: desde atención médica para los más débiles, tutelar el derecho a la vida, apoyar a las familias; no confundir la libertad religiosa con la libertad de reunión; y ayudar a los migrantes forzados.
Se despidió diciendo que estas crisis se resuelven si todos los países colaboran con generosidad.
El encuentro con los embajadores es uno de los más solemnes, pero también de los más internacionales que se celebran en el Vaticano.
La Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con 183 estados, además de con la Unión Europea y la Orden de Malta. De todos ellos, 88 mantienen una embajada residencial en Roma. El resto, la compaginan con la embajada en algún país europeo.
JMB
