El Papa Francisco visitó la catedral de San Martín en Bratislava para reunirse con el clero y las religiosas del país. En la puerta lo esperaban muchas personas. También el presidente de los obispos, que lo acompañó hasta la puerta.
Como es tradicional, el Papa usó agua bendita antes de encaminarse hacia el altar.
Luego, un seminarista y una religiosa le entregaron estas flores que llevó a la capilla donde se custodia la Eucaristía.
Le saludó en nombre de todos el arzobispo de Bratislava, Stanislav Zvolensky. Dijo que hablaba también en nombre de quienes no pudieron asistir por las restricciones de la pandemia.
ARZ. STANISLAV ZVOLENSKÝ
Arzobispo de Bratislava
“Percibimos su amor por los pobres, por quienes están en las periferias, dejados atrás, abandonados, descartados”.
El Papa aseguró que estaba muy contento de caminar junto a la Iglesia en Eslovaquia, para compartir sus preguntas y esperanzas.
FRANCISCO
'Es lo primero que necesitamos: una Iglesia que camina junto a la gente, que ilumina la vida con la luz del Evangelio. La Iglesia no es una fortaleza, ni una potencia o un castillo allá en lo alto que mira el mundo con distancia y suficiencia'.
El Papa enumeró tres acciones que ayudan a la Iglesia a no encerrarse en sí misma: libertad, creatividad y diálogo. También dio consejos prácticos a los sacerdotes. Por ejemplo, que sus homilías no superen los 10 minutos y que se inspiren en la Biblia.
FRANCISCO
'Un profesor que tuve de homilética decía que la homilía debe tener coherencia interna: una idea, una imagen y un afecto. Que la gente se quede con una idea, con una imagen y con algo que haya movido su corazón. Voy a ser malo: los aplausos los han empezado las monjas, víctimas de nuestras homilías'.
El Papa pidió a los católicos eslovacos que dejen que las heridas del pasado se conviertan en oportunidades de misericordia, y no en focos de resentimiento, desconfianza y desprecio. Puso el ejemplo del cardenal Korec, un jesuita perseguido por el comunismo.
FRANCISCO
“Fue encarcelado, obligado a trabajar duramente hasta que se enfermó. Cuando vino a Roma para el Jubileo del año 2000, fue a las catacumbas y encendió una vela por sus perseguidores, pidiendo misericordia para ellos. Este es el Evangelio, este es el Evangelio”.
Antes de marcharse, el Papa bendijo a todos los participantes y saludó uno a uno a los obispos y a otras personas.
Luego, fuera de la catedral, se detuvo a hablar con muchos que lo estaban esperando y que coreaban su nombre.
CT
VM
