En su último día en Kazajistán el Papa visitó la catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro para tener un cálido encuentro con la comunidad católica local.
Bajó de su Fiat 500 y en la entrada le esperaba este singular grupo de música. Tocaron melodías a golpe de dombra, el instrumento al que Francisco había hecho referencia en uno de sus discursos.
Una vez dentro de la catedral el Papa bendijo un cuadro especial (TIPO 12:00): el de “La Madre de la Gran Estepa”, la Virgen de rasgos kazajos a quien le atribuyen el haber salvado la vida a deportados del régimen soviético que iban a morir de hambre. Kazajistán era la tierra de deportación por excelencia del régimen.
A la pequeña comunidad católica de Kazajistán, formada en gran parte por extranjeros el Papa les subrayó tres cosas: en primer lugar que en la Iglesia nadie es extranjero. En segundo lugar, la importancia que en una comunidad tiene la memoria del pasado.
FRANCISCO
Pero estemos atentos. No se trata de mirar atrás con nostalgia, quedando paralizados en el pasado y dejándonos paralizar en el inmovilismo. Esta es la tentación del “volver atrás”. La mirada cristiana, cuando mira atrás para hacer memoria, quiere abrirnos al asombro ante el misterio de Dios.
En otras palabras el Papa dijo que un cristiano, cuando mira atrás, debe ser para reconocer la ayuda recibida de los demás y de Dios. Se trata de un mirar atrás que llena de esperanza y da fuerzas para afrontar el futuro con creatividad.
FRANCISCO
Cuando perdemos la memoria, se termina la alegría. Se reconoce menos la ayuda que se recibe de Dios y de los hermanos, porque se cae en la tentación de pensar que todo depende de nosotros.
La última idea que les transmitió es recordar que la fe cristiana es algo vivo y que se transmite con la vida más que con las palabras. Dijo que esto es algo importante en una comunidad pequeña como la kazaja.
FRANCISCO
Ser pequeños nos recuerda que no somos autosuficientes. Que necesitamos de Dios, pero también de los demás, de todos los demás. De las hermanas y hermanos de otras confesiones.
Es el deber particular de la Iglesia en este país: no ser un grupo que se deja arrastrar por las cosas de siempre, o que se encierra en su caparazón porque se siente pequeña, sino una comunidad abierta al futuro de Dios.
A juzgar por el aplauso con el que terminó su discurso, parece que el Papa acertó en los consejos que les transmitió. Los presentes eran obispos, religiosos, sacerdotes, seminaristas y demás operadores de pastoral como catequistas.
La comunidad católica de Kazajistán es pequeña y además está formada por personas de ritos o comunidades culturalmente distintas. Por ejemplo, hay católicos de rito oriental, como demostró el hecho de que uno de los testimonios que escuchó el Papa fue de la mujer ucraniana de un sacerdote greco-católico. Pero también hay muchas personas extranjeras que no son de Kazajistán y que pertenecen a distintas congregaciones de rito latino.
JRB
