Francisco llevaba ya cuatro meses sin hacer esas escapadas del Vaticano para ir a las periferias de Roma a visitar a los sacerdotes de su diócesis como obispo de la ciudad.
Ya recuperado del resfriado que lo tuvo sin estar al cien por cien durante varias semanas y pasada la Pascua, Francisco se trasladó al noreste de Roma, a un barrio pequeño marcado por las dificultades, donde se encuentra la parroquia de San Enrique.
Allí se reunió con 35 sacerdotes, con los que estuvo conversando. Francisco, sentado en un escritorio, se dedicó a responder personalmente cada una de sus dudas pastorales.
Al pontífice le regalaron un cuadro pintado por un sacerdote. La imagen era de la Salus Populi Romani, patrona de Roma, a la que Francisco le tiene una gran devoción.
A su salida de la parroquia, lo estaba esperando un grupo de unos 50 fieles, a los que el pontífice se paró a saludar desde su coche. No solo bendijo a algunos niños, incluso pintó en la escayola de uno de ellos.
Las últimas veces que se vio al papa en estas visitas pastorales fue en septiembre, noviembre y diciembre, cuando retomó estos pequeños viajes después de un parón por la pandemia.
CA