El nuevo papa tendrá varios desafíos que afrontar. Uno de ellos es a nivel político: deberá prestar atención a los movimientos de la diplomacia vaticana, sobre todo en Oriente Medio y Ucrania. Allí actualmente está tratando de culminar una misión de paz para que Rusia devuelva a niños deportados.
En los últimos años el Vaticano dio muestras de ser un actor político muy bien considerado a nivel moral. En 2014 líderes israelíes y palestinos respondieron al llamado del papa para mantener una reunión por la paz en el Vaticano.
La Santa Sede también consiguió el deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos durante la era Obama.
Este año el Congreso debería comenzar la tarea de poner fin al embargo. Como Su Santidad el Papa Francisco ha dicho, la diplomacia es un trabajo de “pequeños pasos”. Estos pequeños pasos han resultado en una nueva esperanza para el futuro de Cuba.
Y eso por no hablar de la mesa de negociación que hubo entre régimen y oposición de Venezuela con la mediación de la Santa Sede.
En el ámbito diplomático también está la cuestión de la lucha contra el fundamentalismo. En los últimos años el papa consiguió estrechar las relaciones con algunos de los líderes musulmanes más importantes para unir fuerzas contra quienes promueven un Islam violento y sanguinario. Se le vio con el sunnita imán de Al-Azhar, con el imán de Indonesia, el país con más musulmanes del mundo y también con Al Sistani, el líder chiíta de Irak durante el viaje que realizó en 2021.
A nivel ecuménico el primer gesto de Francisco fue clave: apareció en el balcón llamándose obispo de Roma. Un mensaje que gustó a los ortodoxos que ponen el acento en una Iglesia más sinodal donde en la que el sucesor de Pedro no está tan por encima del resto.
El nuevo papa deberá decidir si decide continuar con esa línea y qué guiños lanza tanto a políticos como a líderes religiosos.
JRB