Desde fuera de Roma, quienes no conocen la dinámica del Cónclave y su preparación, hablan en términos electorales. Plantean todo desde una perspectiva política, de izquierda y derecha, y con la mentalidad de campaña, como si la mayoría de los cardenales tuvieran interés por salir vestidos de blanco.
Incluso hay quienes estos días se empeñan por manifestar las virtudes de uno u otro candidato en redes sociales, como si sus compañeros cardenales fueran a elegir uno u otro por el número de likes que consiguen sus fans.
La realidad es que estamos ante el proceso de una institución religiosa donde los últimos elegidos habían pedido, algunos públicamente, que por favor no les votaran.
El biógrafo de Benedicto XVI, Peter Seewald, revela una entrevista al pontífice alemán, donde recuerda que llegó al Cónclave del 2005 con 78 años. Y decía que “si los obispos se retiran a los 75 años, no se puede sentar a uno de 78 años en la Sede de Pedro”.
El entonces cardenal Ratzinger había ya presentado su dimisión al Papa Juan Pablo II en dos ocasiones, al no sentirse con fuerzas como prefecto de la Congregación para Doctrina de la Fe. Por eso, cuando sus compañeros cardenales comienzan a votarle en el Cónclave, les pide que no lo hagan. Al ver que no seguían sus indicaciones sintió como que “le estaba cayendo una guillotina” sobre la cabeza. Así de expresivo se mostró Benedicto XVI, quien aseguró que solo esperaba un poco de paz, tras muchos años intensos en el Vaticano.
En el caso de Jorge Mario Bergoglio, el cardenal argentino tenía todo preparado para volver a Argentina cuando se celebró el Cónclave de 2013. En las reuniones previas, denominadas Congregaciones Generales, tuvo una intervención brillante, de cuatro o cinco minutos, en la que planteaba algunos retos de la Iglesia. Muchos cardenales reconocieron después que ese fue un momento determinante. Y la realidad, como hemos visto en muchos eventos del fallecido Papa, es que se trató de una intervención improvisada. No llevaba un texto escrito, como ha confesado después, ni tenía un programa propio.
Ni en el Cónclave, ni en las Congregaciones Generales que lo preceden hay algo parecido a una campaña electoral. Durante estos días se analiza la situación de la Santa Sede y los desafíos de futuro. Esta misma semana hemos sabido que el cardenal Reinhard Marx, coordinador del Consejo para la Economía ha presentado las cuentas de la institución. Por cierto, que estimaba el déficit del último año en unos 70 millones de euros. Esta rendición de cuentas es algo previsto en el Derecho Canónico, porque quienes van a elegir al nuevo pontífice necesitan tener toda la información posible sobre la realidad de la Santa Sede. También el cardenal Schonborn, presidente de la Comisión de Cardenales para el Instituto de las Obras de Religión, el llamado IOR, ha aportado información actualizada sobre esta institución que respalda proyectos de la Iglesia en todo el mundo.
Los cardenales necesitan dialogar y conocerse. Y por ello está previsto que todos los días de Sede Vacante, hasta el inicio del Concilio, se reúnan en estas Congregaciones Generales. Además de la situación financiera, entre los temas que se han debatido estos días está la polarización en la Iglesia. Es un hecho presente en toda la sociedad, pero que afecta también a las instituciones religiosas.
También se ha hablado en las Congregaciones sobre la Evangelización. Es la clave de la Iglesia, en una sociedad amenazada por la secularización y el hedonismo. En concreto, se plantea la cuestión de las vocaciones sacerdotales y la necesidad de una renovación espiritual de la Iglesia.
Son cuestiones profundamente religiosas, pero que apenas leeremos o escucharemos estos días en medios informativos, que no entienden la realidad de la Iglesia y la fe. Analizan todo desde un punto de vista político, y por eso presentan una imagen deformada de la Iglesia. No es necesario ser Católico practicante para informar sobre un Cónclave, pero sí entender que esto no tiene nada que ver con una lucha de poder política entre facciones, aunque algunos quieran presentarlo así.
Desde Roma, para Rome Reports y la plataforma SAINT, Antonio Olivié