No se trataba solo de un acto protocolario. Fue una celebración llena de gestos. Comenzando por la imagen de la Virgen que presidió la misa: la Virgen del Consejo a la que el papa fue a visitar a un santuario cercano a Roma dos días después de su elección.
El papa no pudo contener la emoción cuando le entregaron las insignias papales, el palio y el anillo de pescador.
Y luego llegó el momento de la homilía en la que León definió así la visión de su pontificado.
LEÓN XIV
Esto, hermanos y hermanos, querría que fuera nuestro primer gran deseo. Una Iglesia unida, que sea señal de unidad y comunión que sea fermento para un mundo reconciliado. En este nuestro tiempo vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, por el miedo a lo distinto, por un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres.
León XIV no solo habló de la “unidad” como idea de fondo de su pontificado. También habló del estilo que quiere imprimir a la Iglesia durante su era.
LEÓN XIV
Este es el espíritu misionero que debe animarnos sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo. Estamos llamados a ofrecer a todos el amor de Dios para que se realice esa unidad que no anula las diferencias sino que valoriza la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo. Hermanos y hermanas: esta es la hora del amor.
Entre los presentes estaba el patriarca Bartolomé, máximo representante de la Iglesia ortodoxa. Y entre los políticos hubo una nutrida representación norteamericana: con el vicepresidente JD Vance y el secretario de Estado Marco Rubio. El presidente de Ucrania tampoco faltó a la cita. Rusia envió a su ministra de cultura.
Al terminar la celebración el papa regresó al Vaticano donde tuvieron lugar los saludos a las delegaciones presentes.
JRB