Papa en Miércoles de Ceniza: Limosna, oración y ayuno no están para sentir que â??hemos cumplidoâ?

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01/03/2017
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Como cada Miércoles de Ceniza, la celebración penitencial comenzó aquí­ en la sobria basí­lica de San Anselmo, en la colina del Aventino.

El Papa salió en procesión desde esta iglesia hasta la basí­lica de Santa Sabina, a unos pocos metros. Sin embargo, es un camino cuesta arriba, que Francisco hace en silencio, y que simboliza el recogimiento y la actitud penitencial propias del tiempo de Cuaresma. 

Francisco presidió la misa en esta otra basí­lica del Aventino acompañado por algunos cardenales de la Curia romana. Durante su homilí­a explicó qué es la Cuaresma que comienza con esta ceremonia.

FRANCISCO

'La Cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegrí­a, de la muerte a la vidaâ?.


El Papa recordó que los hombres fueron creados a partir de un soplo de vida de Dios. Un aire nuevo del que todos necesitan en un mundo con un ambiente viciado que provoca la asfixia.

FRANCISCO

'La asfixia sofocante provocada por nuestros egoí­smos; asfixia sofocante generada por mezquinas ambiciones y silenciosas indiferencias, asfixia que ahoga el espí­ritu, reduce el horizonte y anestesia el palpitar del corazón. Y nos parece 'normalâ? porque nos hemos acostumbrado a respirar un aire cargado de falta de esperanza, aire de tristeza y de resignación, aire sofocante de pánico y aversiónâ?.

Francisco aseguró además que la Cuaresma es un tiempo para huir de la hipocresí­a y practicar de corazón el ayuno, la limosna y la oración.

FRANCISCO

'La Cuaresma es el tiempo de decir 'noâ?; no, a la asfixia de una oración que nos tranquilice la conciencia, de una limosna que nos deje satisfechos, de un ayuno que nos haga sentir que hemos cumplidoâ?.

Invitó a vivir la Cuaresma como un tiempo de compasión, un tiempo para volver a respirar y abrir el corazón al soplo de vida divino. 

Después de la homilí­a, llegó el momento de la imposición de la ceniza. Fue el cardenal Jozef Tomko, titular de esta basí­lica, quien la puso en la cabeza del Papa. Después él hizo lo mismo con los cardenales que lo acompañaban en el altar. 

Una ceniza la de esta ceremonia que, según Francisco, recuerda a los hombres que provienen del polvo, pero de un polvo que ha sido modelado por las manos amorosas de Dios.


AC

CTV

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-BN

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