Lejos de bajar el ritmo, el Papa Francisco cerró su primera jornada en Madagascar con aquellos que tienen más energía, los jóvenes.
Con estos bailes le recibieron al comienzo de su encuentro.
Después Francisco escuchó el testimonio de dos jóvenes. El primero le explicó que desde hace años es voluntario en una cárcel acompañando a los internos. La segunda joven le contó que reza todos los días para que sus padres acudan a la iglesia.
El Papa se refirió a la experiencia de Rova con los presos para explicar que Dios siempre mira a las personas con amor y no con una mirada que las juzga.
FRANCISCO
“Él no nos llama con nuestro pecado, con nuestros errores, con nuestras equivocaciones o con nuestros límites sino que lo hace por nuestro nombre. Cada uno de nosotros es precioso a sus ojos. El demonio, aunque conoce nuestros nombres, prefiere llamarnos y rellamarnos continuamente con nuestros pecados y nuestros errores. Así nos hace sentir que, hagamos lo que hagamos, nada podrá cambiar, todo seguirá igual”.
Por eso, Francisco quiso darles ánimos. Les pidió que, pese a las muchas dificultades que puedan experimentar, no se dejen arrastrar por la amargura o por promesas huecas.
FRANCISCO
“El Señor es el primero en decir: no, este no es el camino. Él está vivo y te quiere vivo a ti también compartiendo todos tus dones y carismas, tus inquietudes y tus fortalezas”.
“Con Jesús siempre hay nuevos horizontes. Él nos quiere transformar a todos y hacer de nuestra vida una misión. Pero nos pide que no tengamos miedo a ensuciarnos las manos, que no tengamos miedo a ensuciarnos las manos”.
Tras las palabras del Papa, continuó la fiesta. Los jóvenes quisieron obsequiarle con otro baile.
Y después no pudieron resistirse. Todos se lanzaron a saludar a Francisco.
