El Papa ha escrito esta importante carta sobre Europa, por los 50 años de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la Unión Europea.
En ella alerta de la tentación del populismo, y pide al Viejo continente que redescubra los ideales que le llevaron a apostar por lo que une a sus pueblos, y no lo que los separa.
Avisa que la pandemia obliga a elegir entre “el camino tomado en el último decenio, alentado por la tentación de la autonomía, enfrentando crecientes incomprensiones, contraposiciones y conflictos”; o “la fraternidad que inspiró y animó a los Padres fundadores”.
Un mensaje que recordaba al que dio a los líderes de la UE durante el 60 aniversario del Tratado de Roma.
FRANCISCO
“La solidaridad no es sólo un buen propósito: está compuesta de hechos y gestos concretos que acercan al prójimo, sea cual sea la condición en la que se encuentre. Los populismos, al contrario, florecen precisamente por el egoísmo, que nos encierra en un círculo estrecho y asfixiante y no nos permite superar la estrechez de los propios pensamientos ni “mirar más allá””.
El Papa pide una “Europa sanamente laica”, “donde Dios y el César sean distintos pero no contrapuestos”; “donde el que es creyente sea libre de profesar públicamente la fe y de proponer el propio punto de vista en la sociedad”.
Dice que ya está anticuado ese “laicismo que cierra las puertas a los demás y sobre todo a Dios, porque una cultura o un sistema político que no respete la apertura a la trascendencia, no respeta adecuadamente a la persona humana”.
Una carta densa, para leer despacio en estos tiempos de crisis, que marca un horizonte de futuro apasionante.
JMB