El Palazzo Barberini alberga durante sus últimos días los frescos de la Capilla Herrera. Era un oratorio que la Corona de Castilla tuvo en Roma desde 1602 hasta la década de 1830, cuando el declive de la monarquía española provocó que la embajada se llevara estas pinturas de Annibale Carracci a Madrid y Barcelona.
Los frescos estuvieron separados durante doscientos años y ahora se reúnen por primera vez. Los más grandes, difíciles de transportar a la capital, engrosaron durante años la colección del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Los más pequeños fueron al Museo del Prado y pasaron décadas ocultos en un almacén.
ANDRÉS ÚBEDA
Director adjunto, Museo del Prado
Allí fueron tratados como obras de caballete. Como si fueran obras pintadas al óleo. Fueron barnizadas muchas veces, estos barnices amarilleaban y se colocaban sobre ellos más y más barniz. En el caso del Museo del Prado, esto provocó que en los años 70 del siglo XX, los cuadros fueran retirados de las salas y no volvieran a verse.
La mala conservación de las obras de Annibale Carracci provocó que su mayor conocedor, Donald Postner, las diera en 1971 como irrecuperables. Pero se equivocaba.
ANDRÉS ÚBEDA
Director adjunto, Museo del Prado
Llegó a la conclusión de que las pinturas estaban destruidas y que ni siquiera con una restauración serían recuperables. Esta opinión tenía tantísimo predicamento entre los historiadores del arte que se hizo una opinión canónica también. Y así ha figurado hasta ahora mismo, cuando hemos podido restaurar las pinturas y mostrar que su estado de conservación irregular, como he dicho, sin embargo permite una perfecta contemplación y un perfecto análisis de las pinturas.
Tras dos siglos separados, lo frescos de la Capilla Herrera estarán reunidos en el Palazzo Barberini de Roma como fueron planeados originalmente hasta el 5 de febrero.
RM
