Al abandono institucional, las precarias condiciones de vida y la pandemia del coronavirus, ahora se suma este incendio.
Estos refugiados se han quedado sin lo poco que tenían después de haber escapado de sus países. Son miles de mujeres, hombres y niños que huían de las guerras, del terrorismo o del hambre y de la pobreza pero, sobre todo, de un futuro miserable.
Las llamas devoraron así el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos. Se trata del mayor campo de Europa donde malvivían unas 13.000 personas en un espacio diseñado para 2500. Contaba con un retrete por cada 160 refugiados y una ducha por cada 500.
Por eso, muchas ONGs y organismos internacionales aseguran que era cuestión de tiempo que sucediera una tragedia de este tipo.
No está claro el origen del incendio. Se cree que pudo deberse a una protesta encabezada por los propios refugiados cansados de vivir en tales condiciones inhumanas.
El campo de refugiados de Moria fue habilitado hace 5 años, cuando se produjo la masiva ola de llegadas a Europa. Eran, sobre todo, sirios e iraquíes que huían de la guerra de Siria y de la invasion del Estado Islámico. El Papa visitó este lugar en 2016. Allí recordó que todos estos refugiados tienen un nombre y una historia, y no son simples números.